miércoles, 30 de septiembre de 2020

La leyenda de los gritos:

 

La leyenda de los gritos:

  • En las islas Salomón, en el sur del Pacífico, algunos lugareños practican una forma única de tala de árboles.( cuttingdown trees) Si un árbol es demasiado grande para ser talado con un hacha, los nativos lo hacen caer a gritos. Los leñadores con poderes especiales se suben a un árbol exactamente al amanecer y, de pronto, le gritan con toda la fuerza de sus pulmones. Lo harán durante treinta días. El árbol muere y se derrumba.La teoría es que los gritos matan el espíritu del árbol. Según los lugareños, da siempre resultado.
  • ¡Ay, esos pobres inocentes ingenuos!( naive innocents) ¡Qué extraños y encantadores hábitos los de la jungla! Gritarles a los árboles, vaya cosa.¡Qué primitivo! Lástima que no tengan las ventajas de la tecnología moderna y de la mentalidad científica.
  • ¿Y yo? Yo le grito a mi mujer. Y le grito al teléfono y a la segadora de césped. Y le grito a la televisión y al periódico y a mis hijos. Incluso se dice que he agitado el puño y le he gritado al cielo algunas veces.
  • El hombre de la puerta de al lado le grita mucho a su coche. Y este verano le oí gritarle a una escalera de tijera durante toda una tarde. Nosotros, la gente educada, urbana y moderna, le gritamos al tráfico y a los árbitros y a las facturas y a los bancos y a las máquinas..., sobre todo a las máquinas. Las máquinas y los parientes se llevan la mayor parte de los gritos.
  • Yo no sé lo que hay de bueno en ello. Las máquinas y las cosas siguen en su sitio. Ni siquiera darles patadas sirve a veces para nada. En cuanto a las personas, bueno, los isleños de Salomón pueden apuntarse un tanto. Gritarles a cosas vivas puede hacer que muera el espíritu que hay en ellas. Los palos y las piedras pueden romper nuestros huesos, pero las palabras rompen nuestros corazones.
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  • ROBERT FULGHUM (EEUU - 1937) "Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en el parvulario", Plaza y Janes.

DETRÁS DE LO OBVIO

 

Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro al que ofrecía en venta.

El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor del animal.

Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.

-No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Y, sin embargo, no puedo igualar sus precios.

-Muy sencillo -dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo burros.

 


In the Solomon Islands in the South Pacific, some locals practice a unique form of logging: If a tree is too big to be felled with an ax, the natives bring it down with a cry. Lumberjacks with special powers climb a tree exactly at sunrise and suddenly they scream at him at the top of their lungs. They will do it for thirty days. The tree dies and collapses. The theory is that screams kill the tree spirit. According to the locals, it always works.

  Oh, those poor naive innocents! What strange and charming habits of the jungle! Yelling at the trees, what a thing, how primitive! Too bad they don't have the advantages of modern technology and a scientific mindset.

  And me? I yell at my wife. And I yell at the phone and the lawnmower. And I yell at the television and the newspaper and my children. It is even said that I have shaken my fist and yelled at the sky a few times.

  The man next door yells at his car a lot. And this summer I heard him yelling at a stepladder for an entire afternoon. We modern, urban, educated people shout at the traffic and at the referees and at the bills and at the banks and the machines ... especially the machines. Machines and relatives take most of the screaming.

  I don't know what's good about it. Machines and things remain in place. Sometimes even kicking them is useless. As for the people, well, Solomon Islanders can score a bit. Yelling at living things can cause the spirit in them to die. Sticks and stones can break our bones, but words break our hearts.

             ROBERT FULGHUM (USA - 1937) "Everything I really need to know I learned in kindergarten", Plaza and Janes